sábado, 19 de diciembre de 2015

Asesinos

 Sois seres vivos. Os gusta comunicaros, hablar sin parar. Que os entiendan, que os comprendan y, sobre todo, que os hagan sentir especiales.

 Nacisteis con una finalidad: vivir la vida que os tocó. Ya seáis ricos, y tengáis cualquier objeto material que necesitéis al alcance de vuestras manos. Seáis pobres, y tengáis que luchar día tras día por vencer el hambre. O seáis una mezcla entre ambos, enfadándoos al no tener un plato de comida o un juguete que todos los niños tienen.

 Crecisteis rodeados de acciones buenas, vuestros familiares intentaron hacer lo mejor que pudieron para que ahora fueseis las personas que sois. Lucharon, sí, pero cuando os llega el momento de alejaros de ellos y no conseguís sobrevivir, no es culpa suya. Ellos han intentado dar todo lo que han podido. O al menos, así debería haber sucedido.

 Sois seres con características especiales. Un oso panda no es capaz de bailar como vosotros hacéis. Un pingüino no es capaz de tocar ningún instrumento. Una rana no puede entonar preciosas melodías durante toda su vida. Un gato no puede estar escribiendo esto. Ni un perro, por muy listo que sea, puede conseguir alcanzar vuestros pensamientos.

 A esto me refiero; a que los seres humanos tenéis privilegios. Sois los especiales, los que marcan una gran diferencia ante todo el resto de especies. Y, sin embargo, no lo sabéis aprovechar.

 Tenéis varias lenguas en cada país. Millones de monedas, billetes y tarjetas para conseguir recursos. No os guiáis por los instintos, sino que podéis realizar vuestras acciones pensándolas previamente. Sois capaces de hacer cualquier cosa que os propongáis. Sois científicos, filósofos, matemáticos, historiadores... Descubrís el mundo que os rodea. Y seguiréis así, simplemente hay que tener paciencia.

 Porque vosotros, ahora mismo, sois lo reyes de este mundo. Pero, ¿por qué lo arruináis? ¿Por qué estáis malgastando todo lo que os rodea? ¿Por qué contamináis, ensuciáis, destruis?

 He visto el telediario millones de veces desde que existo, y en las noticias cada día aparecía la palabra "asesinos". Y sí, entiendo que esa palabra se refiera al acto de matar a una persona.

 Pero, ¿y cuándo matáis a un animal o a una especie entera? Supongo que ahí también deberíais ser llamados así: asesinos. Y cuando destruis la capa de ozono que os rodea, decidme: ¿no sois ahí también asesinos?

 O cuando, año tras año, destruis el lugar en el que vivís. Decidme, ¿quiénes son los verdaderos asesinos?

 No generalizo, pero digamos que prácticamente más de la mitad de vosotros, seres humanos, estáis destruyendo una pequeña parte de algo que os pertenece. Pero que os pertenece no como humanos, sino como seres vivos. A vosotros, y a todos.

 No estáis a tiempo de salvarlo, pero si de atrasar su muerte. Y eso os convertirá en menos asesinos. ¿Por qué no lo intentáis?

 Atentamente, Belle.

sábado, 5 de diciembre de 2015

'Me acosan'

   El niño llega a casa con la cara llena de rasguños, con una manga de la camiseta descosida y lágrimas en los ojos. Su madre apenas lo mira unos segundos.


-¿Has llegado tan pronto? No te habrán vuelto a expulsar, sabes que 
no puedes tomarte el curso a la ligera.-


   Él sube a su habitación ignorando el interrogatorio de su madre, la cual todavía no se dio cuenta de las heridas que hay en su cuerpo. Cada paso es un tormento, incluso tumbarse en la cama se le hace doloroso.


-¿Por qué se meten conmigo? No les hago nada malo, 
ni siquiera me relaciono con ellos; solo quiero pasar inadvertido.-

  
  Coge un pequeño espejo de mano, y mira los rasguños de su cara. Por suerte no son profundos; tal vez en un futuro pueda evitarse contar el por qué de sus cicatrices. Como de costumbre toma un pedazo de algodón y lo sumerge en alcohol, para deslizarlo suavemente sobre la zona afectada. Suelta pequeños gemidos de dolor, y mira su rostro con pena en el espejo.


   Sabe que tiene que ser fuerte. Debe serlo, es una orden para sí mismo. Porque si no lo es, si por alguna razón que desconoce se convierte en débil, la misma ruina será la que lo inunde. Y ya bastante mal está ahora como para empeorar.


   Escucha la puerta de su casa cerrarse, su madre ya fue a trabajar. Aprovecha para bajar y coger un poco de comida y ver la televisión, aunque apaga esta rápidamente al ver noticias en el telediario sobre nuevos casos de bullying en un instituto de Madrid.


   A veces se pregunta si lo que a él le hacen se denomina también así, pero siempre se queda con las dudas negándose a pensar en ese tema. Lo único que sabe es que llega a clase, se siente en una esquina de la primera fila, y está atento durante las tres primeras clases. En el recreo se va a un rincón oscuro donde apenas da el sol, y se dedica a leer algo o incluso a dibujar; evitando la realidad que lo rodea. Luego vuelve a tener otras tres clases en donde presta la máxima atención posible para así contentar a su madre con sus notas, hecho que es imposible. Y, al final del horario escolar, seis chicos de su edad lo esperan en la puerta para probar con él sus nuevos métodos de castigo.


   ¿Que si ha hablado con profesores? ¿Qué si se lo ha comunicado a su director? ¿Y su madre?, ¿acaso ella sabe que lo agreden? No, nadie lo sabe. Es un secreto entre él y sus agresores.


   Tal vez por ello no paren, porque él jamás ha contado nada de esto, por lo que nadie es capaz de defenderlo. Toma un suspiro, piensa bien la pieza que va a mover ahora para ganar esta jugada; porque la partida no ha terminado y, desde luego, ellos no han ganado.


   Comprueba si queda algo de tinta en la impresora y, tras colocar los folios, gasta toda la tinta en imprimir una hoja reiteradas veces. Algo simple, que llega al corazón de todas sus personas cercanas. Lo cuelga en las paredes del instituto; le entrega uno al director en persona; y coloca uno en la mesa de la cocina para que esta pueda verlo.


   Si él no es capaz de hablar, hará que todas las personas sean capaces de leer lo que le pasa. De leer su problema. Y así desata las lágrimas de todo el mundo, sobre todo de su madre que, tras varios años, le da un fuerte abrazo. Y también, consigue que esos seis adolescentes paren, que lo dejen tranquilo.


   Simplemente con unas palabras y una firma suya bajo ellas, para que todo el mundo sepa quién las escribió:


 -Me acosan-



Atentamente, Belle.